Este sábado hemos realizado una labor sin pena ni gloria exploratoria,
pero totalmente necesaria para nuestro nido de material. Transportar al
exterior un montón de material que tenía mermadas nuestras alternativas
de iniciar otras exploraciones
que requiriesen una importante provisión de material.
La exigente exploración en las galerías posteriores a la escalada
del Tenedor por un lado y después de la escalada en el río abajo que nos
llevo a la sala del Elfo y su continuación nos hizo ir acumulando
material en éstos dos sectores profundos de la
cavidad. Dos años de exploración en los que el avance en ambos
sectores, primero en uno y luego en otro, nos obligó a progresar
equipando abundante cuerda y anclajes para superar los frecuentes
obstáculos que la cueva interponía entre sus secretos y nuestra
curiosidad.
Muchas jornadas y esfuerzos para apenas hacer crecer la cavidad
algo más de tres kilómetros, pero en ambos sectores nos aguijoneaba
estar desplazándonos en extremos opuestos, y fuera del laberinto
central. Por desgracia las ilusionantes posibilidades
de progresar abriendo nuevos caminos hacia lejanos objetivos no han
sido posibles.
Sin embargo podemos decir que disfrutamos de la exploración
exigente (exceptuando el tránsito por algunas zonas más desagradables de
lo apetecible), persiguiendo y soñando con ver realizadas nuestras
esperanzas cada vez que volcábamos en el ordenador los
metros de topografía arrebatados a la cueva y avanzábamos hacia zonas
en blanco sobre el mapa.
Hemos cerrado interesantes exploraciones, pero la cavidad no ha
dicho aún su última palabra, eso sí, ahora los frentes no son tan ricos
en posibilidades. Nosotros solo podemos hacer una cosa: seguir
intentándolo.
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