Tenemos por delante un día seco al igual que los precedentes, por lo que
optamos por ir a la “Galería Cochina”; nos acompaña Rubén del Takomano,
que ha oído hablar muy bien de la cavidad, pero que siempre acaba en
esos sitios que no son como para invitar a
un amigo.
Somos cuatro y hacemos dos equipos, unos se dirigen directamente a hacer
la escalada donde quedó parada la exploración y otros topografían el
trayecto hasta ella desde el último punto. El tramo topografiado resulta
más breve de lo que habíamos estimado y toca
esperar en la base de la escalada (pasando un poco de frío); entretanto
se localiza al pie de la escalada un pequeño paso que da a una cloaca
que nos lleva hasta una estrecha zona vertical, varios fraccionamientos
más abajo, más gateras y rumor de río. Al
parecer hemos interceptado otro tramo del río que circula entre la
Torca de las Cárcavas y la Red del Silencio, pero este río lleva un
caudal sensiblemente superior al que hemos visto en otras zonas de la
cavidad y es más dinámico ¿habremos superado el obstáculo
que hace que las crecidas se eleven hasta el punto de dejar restos de
plásticos a 20 m del cauce? ¡va a ser que no!. El tramo está acotado por
sendos sifones y la topografía resulta una tarea penosa con poligonales
ridículas, pero hay que ubicar el cauce.
La escalada da a un conducto alineado estructuralmente con la galería
precedente; sus dimensiones están muy bien, pero es un carrusel que
exige más instalaciones -más pasamanos y rampas con cuerdas y
mosquetones rebozados- pero las cuerdas se acaban y se acaba
el tiempo. Hemos topografiado algo más de 300 m en total.
Queda por explorar un paso pequeño y poco amistoso y una escalada que
podría ser tan sólo una cúpula, pero habrá que intentarlo, aunque ya
será otro día. Nos espera un largo camino hasta la calle, adonde
llegamos a las 3 de la mañana.
La “Galería Cochina” tiene buenas maneras y avanza poco a poco hacia la
“Red del Silencio”, pero no tiene aire y el aire es fundamental para
incentivar una tarea tan ardua… todo ese barro y todas esas
instalaciones embarradas, toda esa humedad que se te mete
hasta los huesos; la verdad es que hacen falta ganas y a veces no sabes
bien si quieres que se acabe o que siga.
El domingo toca limpiar el material, lo que hacemos cerca de la boca de
la Cueva de Valle, con lo que aprovechamos para entrar y revisar una
estrechez que vimos hace ya casi 40 años y por la que escuchábamos el
río; pensábamos que merecía una nueva mirada,
aunque era un estrecho pasaje en el que hubo que desprenderse de parte
de la ropa para poder salir. Para nuestra sorpresa la estrechez no
aparece, quizás podría haberse tapado con el escombro de la excavación
del yacimiento arqueológico.