Buen tiempo y débito de caudales ni muy alto ni
muy bajo, decidimos abordar una tarea que lleva mucho tiempo en nuestra
agenda de asuntos pendientes. Nos vamos para la Cueva del Valle: Sara,
Alba, Edu, Aitor, Iñaki y David.
Queremos revisar el río Silencio a la búsqueda de
posibles aportes de caudal que hayan podido pasar desapercibidos. La
cueva la exploramos hace muchos años y nunca hemos detectado ese
afluente esperado que nos aportase información sobre el drenaje de la
gran depresión de Valseca.
Parece evidente que no vamos a localizar un
afluente penetrable al uso (ya se cauce libre o sifón a explorar) por lo
que decidimos recurrir a buscar indicios jugando con la hidroquímica
del agua, la temperatura, y la medición de caudales.
Con ésta intención entran por la boca de la cueva
del Valle, y pertrechados con “aparatejos electrónicos”, Sara, Alba,
Aitor e Iñaki. Antes hemos pasado un buen rato en el exterior aforando
el caudal total de la Red (río abajo, una vez aunadas las aguas de la
polisurgencia que presenta el nacedero de Valle). También hemos ido
revisando la temperatura y conductividad de las distintas surgencias,
por si alguna presentaba alguna diferencia importante). El caudal total
nos da 136 L/s redondeando y las surgencias presentan pequeñas
diferencias que no nos ayudan a interpretar que llegue algún drenaje
distinto del de la red del Silencio.
Sin embargo, una nueva medición de caudal, ya en
el interior de la cueva, pero relativamente cerca de la boca, nos da un
valor de 40 L/s. Evidentemente algo pasa y no podemos detectarlo a
simple vista. Como estamos cerca de la boca, no queremos sacar todavía
conclusiones y seguimos nuestro viaja río arriba.
Edu y David hemos ido junto al resto del grupo
todo éste comienzo, pero cuando toca mojarse casi hasta el pecho, y como
no nos hemos protegido contra el agua, arrancamos a la carrera a por
nuestro verdadero objetivo. Vamos a revisar de nuevo un afluente en la
G. del Sahara. Hace más de 30 años que no hemos estado allí y queremos
echarle una nueva mirada, sobre todo ahora que sabemos que el caudal de
la RN-103 tiene que llegar por algún lado a la red del Silencio y por la
103, por el momento, todos nuestros intentos de avanzar río abajo han
resultado infructuosos.
El afluente no nos lo quiero poner fácil. El
avance es todo arrastrase y un tanto húmedo, aunque como venimos mojados
del río principal, no nos importa mucho. Una zona especialmente baja y
barrosa nos termina de explicar por qué no habíamos vuelto aquí desde
hacía tantos años. La corriente de aire es clara y volvemos sobre
nuestros pasos convencidos que habrá que sufrir de nuevo para abordar
las incógnitas vueltas a rescatar para la memoria hoy.
Cuando nos estamos retirando y desde el fósil
–llegando a la Playa- gritamos por si el equipo del rio nos oye,
recibimos respuesta. Unos minutos después estamos todos juntos. El
equipo de río está tomando una última foto y nos relatan que la
hidroquímica no ha aportado información sobre variaciones significativas
(salvo un par de pequeños aportes que no es lo que estamos buscando).
También han realizado un nuevo aforo ya lejos de la entrada. El caudal
se ha mantenido en los 40 L/s lo que quiere decir que el río que vemos
solo lleva un tercio del caudal que se afora en la polisurgencia. Una
incógnita que quizá nunca resolvamos, pero a la que intentaremos dar una
nueva vuelta.
Edu y David venimos mojados y embarrados y no
esperamos ni a que terminen la foto. Nos veremos de nuevo, pero ya en la
calle y secos.
Son las 12 de la noche cuando nos recibe una
noche cálida, casi veraniega. Nos lo tomamos con tranquilidad y
limpiamos el material en el río. Un cuarto de hora después estamos todos
juntos en los coches. Hoy, de nuevo, no hemos obtenido un metro de
topo, pero salimos con unos cuantos deberes pendientes, quien sabe si
alguno de ellos nos repare alguna recompensa, eso sí, pagando el peaje
del requerido sufrimiento espeleológico.
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