Disfrutar de los rayos solares penetrando por el
impresionante pozo de Axlaor Trokea en las semanas más próximas al solsticio de
verano es un buen espectáculo, y un estupendo pretexto para ir a esa sima y
aprovechar para hacer un poco de ejercicio. Aunque no estemos ya precisamente
en el solsticio tampoco está mal.
Entre que a alguno de nosotros se nos alargo más de lo
previsto la exploración de la víspera y
que algún otro venía de los San Fermines o se había pasado la
noche trabajando, para cuando nos pusimos en el pozo estaba bien pasado el
medio día solar, con lo que el espectáculo de los rayos solares invadiendo el
pozo ya no era para tanto, así que el tema de la fotografía –que era uno de
nuestros objetivos- quedó en un segundo plano, se había pasado el momento.
La última vez el árbol del que nos colgábamos –desde el que
conseguíamos un largo absoluto de 174 m- nos dio un poco de miedo, de modo que
le dimos la jubilación tras muchos años de servicio y metimos unos tornillos
desde los que bajamos del tirón hasta abajo, salvo el ultimo en bajar, que consiguió llegar hasta alguna de
las chapas fijas que habíamos dejado anteriormente y fraccionar, pensando más
que nada en la subida.
Puede que se deba tan solo a que es un pozo iluminado por la
luz exterior, pero a nosotros se nos antoja que es un pozo especialmente
bonito, aunque acojona un poco ver todos esos gelifractos suspendidos a lo
largo del pozo.
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