Un largo y empinado trayecto nos lleva hasta las inmediaciones de la G-24, por encima del barranco de Errekasiku, a donde volvemos tras un paréntesis de muchos años. Las tareas en el sector de Itxina y más tarde en Rasines nos han mantenido apartados del resto de Gorbeia, pero ya es hora de saber si la chimenea sobre el pozo de 152 m puede dar lugar a un pozo aun mayor.
Cuando prospectamos en su día la zona nos acompañaban
colegas de Aranzadi y uno de ellos, Pablito, un menudo alevín de espeleólogo,
consiguió vencer una estrechez que para los demás era imposible. El relato de
lo que vio nos había hecho pensar durante años que alguno de los agujeros de
los que hablaba podía ser la cabecera de un pozo de más de 200 m.
Tras la ampliación de rigor pudimos acceder a una ventilada
galería que lleva dirección sur, hacia la G-24, pero 14 m más adelante se hace
impenetrable; el aire se pierde en un encajado meandro que frustra todas
nuestras posibilidades de avance. Rápido levantamiento topográfico y a fuera.
A 10 m de esta entrada hemos visto un diminuto orificio que
ya teníamos marcado como objetivo a revisar. Comprobamos que una de las paredes
está formado por un bloque separado solo por tierra de la roca encajante, lo
que nos permite removerlo. Por desgracia el pequeño pozo de entrada da a una
continuación muy breve, por lo que –tras un momento de duda- decidimos dejar la
cavidad sin catalogar.
Decepcionados por los resultados retomamos el largo camino
hasta el coche, recorrido que hacemos con calma, disfrutando de una hermosa
tarde.
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