Estábamos tan solo dos, así que, tras descartar otras
alternativas, optamos por ir a la Cueva de “lo Nuevo” (RN-29), a desobstruir un
punto donde la progresión quedó detenida hace ya dos décadas, tras varias
jornadas de palear arena para poder avanzar.
La corriente de aire de la que hablaban los compañeros que
participaron en aquellas exploraciones nos guió en una búsqueda que resultó ser
más complicada de lo previsto. No es fácil ver el camino cuando te arrastras.
Tras desobstruir 2 m a fuerza de pala y remover casi 1 m³ de
arena y romper las costras que la protegían (más fácil de lo previsto al quedar
ahuecadas), continuamos por un bajo laminador hasta que el conducto se hace
algo más alto y cambia de morfología, con un desdibujado trazado entre
depósitos de alubión que magullan nuestros codos y rodillas.
Encontramos varias posibilidades de continuación, entre
ellas dos arroyos que fluyen hacia el norte sobre un estrato de areniscas, y
cuya exploración se ha dejado para otro momento ¡con menos agua!; por ambos
conductos viene corriente de aire ascendente. Este aire, sumado al del
laminador por el que nosotros llegamos debería guiarnos hacia una prometedora
continuación hacia el sur –en paralelo a la fractura de “la Canal”- pero no
hemos podido averiguar que pasa con él, habrá que insistir con ayuda del
incienso.
Estimamos un recorrido explorado de unos 400 m, de los
cuales se han topografiado 135 m. La topografía ha quedado sin cerrar, al no
haber podido localizar un punto marcado.
En multitud de lugares se puede ver como han sido
erosionados varios finos estratos de arenisca, que formaban niveles locales
impermeables; estos estratos -generalmente de espesor decimétrico- son mucho
más finos que el que sirve de base a los dos arroyos.
Respecto a los arroyos, dada su ubicación y orientación es
muy posible que se relacionen con la “Sala de la Lluvia” y su gemela –próxima
al nivel activo- en la “Red del Silencio”; eso explicaría la llegada de dos
aportes en una zona donde no se aprecia ninguna pérdida que pueda haber vencido
la naturaleza impermeable de las areniscas superficiales. En la primera de esas
grandes chimeneas regadas se escaló en su día 83 m verticales, hasta ver como
el agua acedía por un paso minúsculo.
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