domingo, 9 de octubre de 2011

ZONA DE ATXARRE EN ITXINA

ITXINA (GORBEA)

Si hay algo en la orografía de Itxina que atrae poderosamente la atención es la zona de Atxarre y Karamaieta, pese a que pueda pasar desapercibida por encontrarse apartada de las zonas de paso; en ese sector se agolpan las dolinas nivales de una forma espectacular, cientos de dolinas configurando un relieve extremo, inhóspito y de peligroso transito, pero también de una inusitada belleza.
Esta zona, que ocupa la parte oeste de Itxina, es un entorno mineral en donde domina la agreste roca desnuda; en ella se da una enorme proliferación de pozos, que aparecen arracimados, conformando una especie de laberinto. Allí, nos dedicamos a bajar todos esos pozos, la mayoría de los cuales jamás habían sido explorados. Los descendemos con la esperanza, puesta en cada uno de ellos, de que sea ese el que nos permita profundizar en las entrañas de la montaña. Andamos detrás de un río cuya supuesta existencia alienta y guía nuestra tarea; un río que haya dado lugar a la excavación de unas galerías que también esperamos encontrar.
En este grupo llevamos muchos años investigando las cuevas y simas del macizo, dedicados a conocer lo que oculta en su subsuelo y, a estas alturas, se puede decir que lo conocemos bastante bien. Bajo tierra hemos descubierto innumerables galerías y gigantescas salas, hemos recorrido los ríos más recónditos y averiguado hacia donde llevan sus aguas -las aguas que se filtran entre las grietas del lapiaz y que acaban por brotar alumbrando fantásticos manantiales como Aldabide-. Pero, pensamos, aun no lo hemos visto todo.
En Atxarre nos dedicamos desde hace algún tiempo a explorar todos esos pozos, aunque hasta ahora pocos de ellos han dado lugar a cavidades complejas, a simas que sean algo más que un espectacular pozo de entrada y cuyo desarrollo satisfaga nuestras expectativas como exploradores, pero, al menos en este caso, la propia búsqueda es un fin en sí mismo. Nos gusta explorarlos.
Todas estas simas colaboran, junto con la red de fracturas superficiales que fragmentan la masa caliza, en la captación de las precipitaciones que caen sobre ella, bien en forma de lluvia o de nieve. La forma difusa en la que se produce la infiltración es un mecanismo poco proclive a la concentración de caudales capaces de abrirse caminos accesibles al espeleólogo; no obstante, en estas simas, excavadas a cielo abierto, se puede producir durante el invierno, una concentración de nieve susceptible de suministrar después caudales eficaces para trabajos de disolución –las aguas de fusión nival resultan muy agresivas para la roca caliza-; solo necesitamos que una de ellas nos abra la puerta hacia la zona profunda. Tenemos buenas razones para pensar que existe un cauce que protagoniza el drenaje de este sector de Itxina; una superficie que supone una zona de captación de unas aguas que tienen que salir por algún lado y, como no hemos encontrado otro sitio convincente pensamos que manan a través de la surgencia de Aldabide, recogidas por un colector afluente y sumadas a las de otras procedencias.
El karst de Itxina es recorrido subterráneamente por un río que lo cruza longitudinalmente en dirección SE-NO y que circula desde Urezartzen Bazterra, en las “campas de Arraba”, hasta el nacedero de Aldabide (bajo las Atxas), en donde surgen sus aguas al exterior. Es un río de cierta importancia, ya que además de las aguas procedentes de Arraba, recolecta las que se infiltran en gran parte de la superficie de Itxina. Esta corriente ha protagonizado la excavación de una compleja red de drenaje, formada por numerosos conductos que, en gran parte pertenecen a la fantástica Itxinapeko Sarea, con cerca de 40 km de recorrido. La exploración de sus galerías nos ha deparado a los espeleólogos emocionantes momentos, con el descubrimiento de espaciosas salas en donde nuestras luces apenas permiten abarcar sus contornos.
El río que ha excavado esas intrincadas redes de galerías es el mismo que ha intervenido en la evacuación de los materiales superficiales disueltos, cuya remoción ha dado lugar a las gigantescas depresiones que vemos en el exterior, entre las que destaca Itxinbarruko Trokea (bajo el paso de Kargaleku) con unas dimensiones de 870x700 m. Para que se haya producido el vaciado de todo ese volumen ha sido necesaria la intensa actividad de una corriente que realice el transporte, y para ello ha sido fundamental la intensa fracturación de la masa caliza, que ha posibilitado el establecimiento de las redes de drenaje y, también, la denudación del karst. Las mismas condiciones estructurales han favorecido la karstificación, tanto interna, excavando galerías, como externa, modelando el atormentado relieve de la zona
Por comparación pensamos que bajo Atxarre, el hipotético río que habría desalojado los materiales disueltos en una zona que comprende desde el norte de Uburun Trokea hasta Aldabide, debería haber excavado también salas y galerías cuyo hallazgo colmaría nuestros deseos. Mientras tanto descendemos todos esos pozos, deseando que alguno de ellos nos permita abrirnos paso. Cada uno es inventariado, descrito y topografiado y recibe un numero en nuestro catalogo, un numero que, según va aumentando el valor de su cifra, nos indica que cada vez van quedando menos oportunidades.
Sin pretender delimitar la zona de una forma estricta, si que podemos incluir en ella, grosso modo, terrenos, principalmente de roquedo, que comprenden entre Atxaragun, por el norte, el eje que forma el cordal que bordea las depresiones de Supelegor y Arkoxpe, por el este, Uburun Trokea por el sur, y el propio borde de Itxina por el oeste.
En el sector se localizan más de 125 cavidades, simas en su mayoría, con un porcentaje de más de 300 cavidades/km². Estas cifras, que podrían caracterizar el paraíso de los espeleólogos, esconden una realidad menos digna de entusiasmo y es que, pese al imponente aspecto de muchas de ellas, esas cavidades tienen un recorrido más bien breve. No obstante, en su conjunto, constituyen una agrupación de fenómenos endokársticos que es necesario señalar, aunque en realidad muchas de esas simas sean poco más que una profunda dolina nival.



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